sábado, marzo 06, 2010

Plan Ceibal, en la sede y en la calle


Al habla con Laura y Diego (en la foto están sentados, a la derecha), parte de la primera evaluación del impacto del Plan, en el modesto edificio que se ha inaugurado hace una semana escasa en el LATU, el espacio de investigación uruguayo,tras meses en barracones, venimos a saber más de Ceibal.

Algunas cosas las hemos leído, otras las vamos intuyendo. “Estamos en una luna de miel”, dice Laura. Observamos en esta entrevista lo que dice Miguel Brechner, presidente del LATU, en la página de presentación de Ceibal, que si bien la primera etapa del Plan Ceibal se cumplió con éxito y superó las expectativas, el verdadero trabajo comenzó cuando se entregó la última computadora.
Educación Primaria está resuelto, no está previsto para Infantil, Secundaria básica está por hacer.
Se hicieron encuestas y entrevistas, representativas de todas las escuelas y niños del país. Se aplicaron 7 mil a directores, maestros, niños, familias. Hay un informe, nos dicen, pero sólo encontramos un resumen.
Uruguay siempre tuvo indicadores de fuerte equidad, y el papel del estado está muy marcado, dice Laura. Lo nuevo es la posibilidad de crecer como ciudadano, su empoderamiento, su inclusión social. Eso al parecer aparece en la encuesta.
Preguntamos por la oposición inicial de los maestros, cómo se está venciendo; por la formación de docentes; y por el futuro, la Secundaria.
Sobre la oposición de algunos de los 70 mil docentes que están encuadrados en un órgano autónomo del gobierno denominado Anep, alguien dice que se trata de un “socio remilgón”. Se plantea que el docente es un profesional de la educación, por lo tanto alguien con capacidad para entender dónde están sus carencias y emprender un proyecto, algo por otra parte fuera del currículo tradicional; hasta los voluntarios tan habituales en este país que colaboran apoyando Ceibal necesitaron de ese concepto para poder intervenir por sí o con los maestros.
Sabemos, de paso, que hay una parte de la población que no tiene clara la necesidad, no demanda el computador, con lo que los objetivos más sociales de este programa corren más peligro; nuevamente aparecen los voluntarios. Pero nos cuentan que los computadores son lo más valioso que han tenido muchos niños, su primer chiche (juguete) en muchos casos, vale la pena seguir apostando.
Sobre la formación de maestros, se nos dice que fue en cascada -contradice lo que nos han venido contando en otros lugares-, impartida por maestros contratados ad hoc, con problemas para que continúe con autocapacitación. Se plantean como conseguir que los docentes acepten huir de la tradición uruguaya de la formación equivalente a grandes conferencias, y aterrizar formación con talleres.
En Secundaria, y para chicos de 12 y 13 años, se hizo un piloto en un liceo y en una escuela técnica, en un departamento en un distrito modesto, el 33; se puso en discusión lo que ofrece la XO para la Secundaria; se observa que es un problema para trabajo en grupos (modernización de la metodología), materiales (atención a la dimensión culturalista de la etapa, los contenidos que reclaman los docentes trabajar), incluso de memoria del equipo (el tipo de trabajos que se abordarán en las aulas), también de pertinencia para la inclusión (observan que hay más computadores en este nivel entre los chicos). En cualquier caso, de forma complementaria, van a ensayar un proyecto de empleabilidad TIC, y certificar competencias a través del LATU, lo que supone abordar un problema adicional de la gente de las áreas marginales, en quienes pensaban para el empoderamiento.
De vuelta a la realidad, nos cruzamos en la calle con dos niños sentados en un portal. Joxemi Correa quiere hacerles una foto, a mí me da reparo por los padres, total que no tenemos foto de niños en la calle trabajando con una XO.
De viaje al interior, llegamos por sorpresa a una escuela modesta a 60 km de Montevideo, donde nos han dicho que hay XO funcionando. Queremos verlo en marcha, y vamos sin avisar, es viernes, más de las 13 h., el colegio cierra a las 15 h., nos vamos mañana de vuelta a España. Nos han avisado que posiblemente tarden un mes en volver a normalizar el uso de las XO -hemos llegado al principio del curso escolar, el equivalente al 1 de octubre nuestro-, nos dicen que los estudiantes que no encendieron las XO en verano tendrán alguna dificultad adicional porque no se han ido actualizando... Nos arriesgamos.
En la puerta de la escuela hay un montón de madres jóvenes que acuden en motocicleta a la recogida de los preescolares –es habitual un niño agarrado a la cintura de su madre, los dos con casco, por la autovía del Este, y por las carreteras locales-, que salen media hora antes que los de Primaria en una fila precedidos por una maestra con una toga blanca impoluta, joven y con cara de ser muy competente. Esta escuela es paupérrima, tiene casitas disparejas de planta baja formando una ce abierta a la carretera y al sol de justicia; los niños están hacinados en las aulas con sus togas blancas y moñas azules, herederas de la escuela vareliana, callados, chiquitos, sin espacio para moverse (addenda: ¿será esta una escuela de contexto crítico, de las que en vez de 20 ofrecen 40 horas semanales y comida, de las que faltan tantas en el país?; ricos del mundo: con que donéis unos pocos una escuela, 2400, y un liceo, 280, al Uruguay, a razón de menos de 2 millones de dolares cada una, este país será más feliz). Seguimos a una maestra por el edificio principal atravesando un aula. El aula está encalada y tiene un pizarrón, ubicada en un pasillo que accede al lugar donde se prepara la comida, que a su vez es un espacio que conduce a donde se encuentra la directora. No hay XO, y si están no hay espacio para que las podamos ver, pueden estar con el estuche de lápices, que aquí llaman cartuchera.
La directora tiene una entrevista con un padre y ha dejado dicho que sólo se la moleste si hay un niño herido. Como no nos hemos anunciado previamente y tampoco estamos heridos, tendremos que esperar. Nos deshacemos en disculpas ante la otra maestra que dirige la clase del pasillo, le hemos interrumpido la clase para alcanzar la dirección.
Esperamos a la sombra de un árbol; en una valla hay un mural que pone “Flor de Ceibo”. Recuerdo Cuba, la precariedad de sus instalaciones y sus materiales, sus murales. Los voluntarios de la universidad han pasado para dinamizar el uso de las XO en la comunidad y han hecho el mural, pensamos. Llega un chaval de 12 años en bici, y se sienta a nuestro lado. Ya comió (son casi las 3, cuando acaba la escuela en la zona rural), tuvo clase en Secundaria de 7 de la mañana a mediodía; repitió curso en Tercero, por culpa de tener que ir a Montevideo por una enfermedad de oído –tiene la oreja derecha hecha una pasa-.

Vino con la XO de su hermano, a la que a pesar de faltarle algunas letras a su teclado de membrana, dice que funciona igual (el vídeo explica conductas que deben seguir los estudiantes con la XO, atentos a los primeros cinco asertos de la maestrita que lo cuenta, no tienen desperdicio). Y vemos un uso social: utiliza un juego de carreras y chatea con unos amigos que están cerca de la escuela.
No podemos ver un aula con XO. Hemos visto un Plaza Sésamo (que aquí no saben que viene de la iniciativa de la Administración Johnson a finales de los 60) de enormes dimensiones. Hemos visto un experimento social.

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